Por Juan Pablo Delgado.
Por causa del movimiento estudiantil miles de personas han expresado de distintas maneras su apoyo al movimiento. Desde pancartas en las ventanas de sus hogares, pintando su vehículo, hasta disfrazarse para marchar en las calles de Santiago y el resto del país.
Y es que con motivo de las consignas como “FIN AL LUCRO”, “MÁS REGULACIÓN”, “EDUCACIÓN DE CALIDAD”, se ha remecido a una sociedad que de a poco, algo somnolienta todavía, va despertando de largo letargo que significó la dictadura de Pinochet.
Todavía existe en Chile, y en especial en las generaciones que crecieron con toque de queda, la impresión y el temor a salir a la calle después de cierta hora de la noche. Típico que nuestros padres (cuarentones y cincuentones) nos digan que tengamos cuidado, que no se haga muy tarde o que sencillamente nos quedemos en la casa si no es necesario salir.
También, no obstante lo anterior, se entendió durante muchos años que levantar la voz o manifestarse por cualquier motivo era casi sinónimo inmediato de ser comunista o marxista. Marchar por las calles era una cuestión que realizaban algunas personas, y que generalmente terminaba en desordenes y “no servía de nada”.
Hoy, las nuevas generaciones se han ido poco a poco deshaciendo de todos estos “harapos autoritarios”, y han respondido frente a la indolencia de la clase política y de los “adultos” con cánticos, consignas, rimas, bailes y propuestas callejeras.
La calle se ha convertido en estos jueves de marchas, en un canal de información y expresión, comenzando por ejemplo con una suerte de feria de libros al exterior de la fachada de la casa central de la Universidad de Chile, en donde además se realizan concursos de trivias culturales para llevarse un ejemplar para la casa; se ha producido a su vez un fenómeno interesante de bailes, desde tradicionales nortinos hasta bailes colectivos con música de Michael Jackson o Lady Gaga han irrumpido ante la mirada atónita de miles de santiaguinos. A estas se suman los cuerpos pintados de jóvenes que han marchado en pleno paseo Ahumada durante este último mes.
En regiones, la cuestión tampoco ha sido diferente, en Concepción, Valparaíso, Temuco, en La Serena miles de jóvenes al son de orquestas móviles han expresado su descontento con el sistema educacional y han ocasionado que producto de la novedad que significa para la sociedad chilena que miles de personas se manifiesten alegremente en las calles, la mayoría de la población se sensibilice y adhiera, a veces, de manera espontánea al movimiento social.
En síntesis, existe un espacio, el de la calle, la vereda, que a punta de sacrificios y detenciones fue ganado allá a mediado de los ochenta por mujeres y hombres valientes que luchaban por mayor libertad, y ahora, casi veinticinco años después éstas generaciones de jóvenes se han apropiado concreatividad y audacia de éste gran escenario cultural para que la sociedad en su conjunto los escuche, y sepa que las grandes Alamedas finalmente se abrieron.
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